GRUPOS ANTI-ESCUELAS
Aún, en el sistema
educativo actual, nos encontramos con esos docentes que propician una situación
de conflicto con su alumnado, adoptando una posición convencional en el aula. A
eso le sumamos que gran parte del tiempo educativo que se debería pasar desarrollando
cierta actividad, se pasa organizando la misma y que además la instrucción se
organiza de modo que no se atiende a la diversidad del alumnado, sino que se
trata de manera equitativa, y con ello no queremos decir otorgarle igualdad de
oportunidades, sino tratarlos como si todos tuvieran la misma capacidad, cuando
no es así, sino que debemos considerar que cada alumno y alumna tienen un ritmo
de aprendizaje diferente, unas expectativas, intereses, capacidades y
conocimientos distintos, como también afirma Juan Vaello Orts en su libro “Cómo
dar clases a los que no quieren”.
Desde el punto de vista
de los estudiantes, los profesores mejores vistos son aquellos que dejan que su
alumnado disponga de un cierto grado de iniciativa y autodeterminación, estableciendo
una relación profesorado-alumnado. Sin embargo algunos docentes de secundaria
siguen pensando que gestionar el aula es mantener a sus alumnos y alumnas
sentados en un sitio determinado y callados hasta que el profesorado diga lo
contrario, haciendo uso de su “autoridad”.
Con la ayuda de ese comportamiento
por parte del docente, se empiezan a crear grupos de estudiantes que intentan llevar
la contraria, dejar en ridículo al docente, incluso tienen capacidad para
controlar la disciplina que ejerce el profesorado hasta tal punto que ambos
colectivos llegan a un acuerdo para que el docente pueda impartir su clase y el
alumnado no sea sancionado por su mal comportamiento. A estos grupos Rafael Feito los denomina “Grupo antiescuela” en su
capítulo de la vida en las aulas. Este grupo
no tiene una estructura sólida, pues no respetan las normas públicas, ni
jerarquías, ni sanciones, sin embargo tienen sus propias normas, siendo la
principal la fidelidad al grupo, aunque también presentan rasgos de autonomía y
se autodireccionan para construir una jornada distinta a la que ofrece el
instituto, en la que se permite la violencia, sobre todo verbal, con la que se
divierten y además presentan comportamientos sexistas.
Así pues, deberíamos
pensar en cómo organizar nuestras aulas, nuestra metodología y cómo hacer
frente a este alumnado disruptivo para facilitar el aprendizaje al colectivo
que sí quiere aprender.
¿Qué haríais vosotros
para evitar la creación de estos grupos de contrapoder estudiantil?
- María Jesús Velázquez-
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