LA EDUCACIÓN A LO LARGO DE LA VIDA


En la actualidad, la verdadera misión de la educación es educar al hombre durante toda su vida y capacitarlo para vivir como ciudadano, profesional y sujeto valioso para la sociedad. Además, debe acompañar al hombre en su desarrollo psicosomático, en todas las fases de la vida y en todas las circunstancias, para que obtenga una existencia auténtica.

Para conseguir este objetivo, se necesita reformar nuestra pedagogía, explorando satisfacer las necesidades del ser humano tanto de forma profesional como padre de familia; un ser social el cual no está lo suficientemente preparado para afrontar los nuevos empleos que requieren conocimientos técnicos más avanzados. Por este motivo, la educación debe ser permanente en el hombre, y no abandonarlo al finalizar la escuela.

A causa de lo anterior, surge la obligación de crear sistemas que desarrollen la educación continua y las capacidades abiertas de los sujetos. Con ello, el ser humano se podrá enfrentar a las situaciones de la vida diaria sin mayores problemas, en lugar de enseñarles conocimientos específicos, cuyo periodo de tiempo es corto.

En este asunto, Delors (1996) expresa en el capítulo 5 de su libro que “la educación ocupa un lugar cada vez más importante en la vida de los individuos, a medida que aumenta su función en la dinámica de las sociedades modernas”.

Este fenómeno tiene diversas causas: la división tradicional de periodos separados: la infancia y juventud dedicadas a la educación escolar, la edad adulta en la actividad profesional y la jubilación. Esta división ha dejado de corresponder a las realidades de la vida contemporánea y se ajusta menos a los imperativos del futuro.

Nadie puede hoy esperar que el acervo inicial de conocimientos construidos en la juventud le baste para toda la vida, pues la rápida evolución del mundo exige una actualización permanente del saber, en un momento en que la educación básica de los jóvenes tiende a prolongarse.

Por otra parte, la reducción del periodo de actividad profesional, la disminución del volumen total de horas de trabajo remuneradas y la prolongación de la vida después de la jubilación aumentan el tiempo disponible para otras actividades.

En el futuro, el periodo de aprendizaje tiene la obligación de abarcar toda la vida y cada tipo de conocimiento invade el ámbito de los demás y los enriquece. En el siglo XXI, la educación cubre una nueva misión que abarca las múltiples formas que puede adoptar desde la infancia hasta el final de la vida. “La educación a lo largo de la vida no es un ideal lejano sino una realidad que tiende cada vez más a materializarse en el ámbito complejo de la educación” (Delors, 1996).

Para fundar este proceso, tenemos que dejar de pensar que las distintas formas de enseñanza y aprendizaje son independientes, sino que están solapadas, son periódicos y están en constante cambio. Lo fundamental es ensalzar el carácter complementario de los ámbitos y los periodos de la educación moderna.

El adelante científico y tecnológico y la transformación del proceso de producción en aras de una mayor competitividad, han determinado que los saberes y las técnicas de cada persona, adquiridos durante la formación inicial, pierdan vigencia y se acentúa la necesidad de desarrollar la captación profesional permanente.

La educación a lo largo de la vida responde, en mayor medida, a un imperativo de orden económico. Gracias a esto, las empresas pueden dotarse de personal con las mejores aptitudes para mantener el empleo y reforzar su competitividad. Por otro lado, ofrece la oportunidad a los seres humanos de actualizar sus conocimientos y vislumbrar posibilidades de ascenso.

Pero la comisión de la UNESCO va más allá con este concepto: debe dar a cada persona la capacidad de dirigir su destino en un mundo en el que los continuos cambios, acompañada del fenómeno de globalización, tiende a transformar radicalmente el empleo, y su carácter permanente ha de brindar los medios para alcanzar un equilibrio entre trabajo y aprendizaje. El saber, el saber hacer, el saber ser y el saber convivir en sociedad constituyen los cuatro pilares, estrechamente relacionados, de una misma realidad.


La educación a lo largo de la vida representa para el individuo un aprendizaje continuo de conocimientos y aptitudes, de su facultad de juicio y acción. Debe posibilitarle la toma de conciencia de sí mismo y de su entorno y desempeñar su función social en el mundo del trabajo y de su función en la vida pública.

Marina Morón Mesa

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