COMUNIDAD EDUCATIVA Y SOCIEDAD INCLUSIVA
La escuela es el paso previo para
la plena integración social y debe ser diversa, como la sociedad. Además,
necesita de la comunidad donde se inserta. La escuela y la sociedad se
necesitan mutuamente. Ni la una debe ser una fortaleza cerrada al margen de la
comunidad, ni la otra debe dejar de lado la escuela como si fuera un ente que
tiene su propia vida sin contactos ni relaciones de su contexto (Mendía, 2007).
La escuela debe entenderse como comunidad inclusiva para todos: alumnos,
profesores, familia y comunidad social (Parrilla, 2007).
Autores como Booth y Ainscow (1998),
creen que se debe desarrollar un sistema educativo con uno de sus fines que sea
el valor que cada miembro de la sociedad tiene para la misma, es decir, la aceptación,
pertenencia y sentido de comunidad. Esto significa ser aceptado por todos y
tener las habilidades y competencias que hacen de cada uno un miembro activo en
la sociedad, lo que implica pertenecer a un contexto con unas características y
singularidades que valora a la persona, que asegura la igualdad de
oportunidades y que ofrece a cada persona las ayudas y recursos que necesita.
La inclusión es una tarea que
compete a toda la sociedad y no es fácil, pero si se ofrecen los apoyos a cada
uno de los miembros de la comunidad educativa y la formación necesaria a los
diferentes profesionales que participan en la misma el objetivo se logrará. Para
ello, es necesario que los centros educativos y el contexto social asuman el
proceso de inclusión, proceso lento, complejo y propio de cada centro.
La construcción de una comunidad
es un proceso que requiere la actuación intencionada de las “fuerzas vivas”, es
decir, las asociaciones ciudadanas, las asociaciones de padres y madres (AMPAS),
los clubs deportivos, los grupos culturales, las organizaciones de
consumidores, las asociaciones de tiempo libre, los partidos políticos en sus
sedes sociales, los sindicatos, las organizaciones empresariales, las
organizaciones de comerciantes, de hosteleros, etc.
La escuela es importante porque
en ella se adquieren las competencias que forman al alumnado para la vida y que
son útiles a lo largo de la misma. Es decir, el alumnado irá adquiriendo
aprendizajes que le permitirán interactuar con el entorno adquiriendo así
habilidades para la vida diaria, que le proporcionará ser lo más autónomo e
independiente posible y, en definitiva, una mejor calidad de vida.
Para alcanzar el fin de la inclusión
social es necesario hacer un esfuerzo compartido por todos y realizar su propia
contribución:
- Familias: colaborar estrechamente y comprometerse con el centro.
- Centros y profesores: construir entornos de aprendizajes ricos, motivadores y exigentes.
- Alumnos: ayuda, apoyo y respeto mutuo.
- Administraciones Educativas: facilitar todos los recursos necesarios y reclamar su compromiso y esfuerzo.
- La sociedad: apoyará al sistema educativo y creerá un entorno favorable para la formación personal a lo largo de toda la vida.
Marina Morón Mesa
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